[Foto: malamuller]
En Madrid, los atardeceres que me sorprendían en Malasaña solían traerme la ilusión de que si bajaba por la calle de la Madera llegaría a las tabernas del muelle.
Aquí han encendido el linternario de la catedral, y por las mañanas, de camino al trabajo, a medida que me acerco a su luz de faro se hace más intenso el olor a mar.