[Foto: malamuller]
En el piso de la playa no se veía bien la televisión, y el entretenimiento principal de él, verano tras verano, se volvía intentar resolver aquella situación. Su arma era una antena de cuernos que colgaba de lugares imposibles: en las cortinas, bloqueando la puerta del balcón, en equilibrio entre dos sillas en mitad de la sala. Pero un año alguien llevó allí un puzzle de mil piezas, una imagen de las montañas noruegas con una iglesia, un río, y muchas nubes idénticas, y él se olvidó de las ondas que se escondían en las alturas. Ella, por las noches, quitaba un puñado de piezas que habían encontrado su lugar y las devolvía a la caja.